http://www.karatedoshotokai.com/viewArticle.php?article=11
que me he permitido traducir, aquí va el resultado:
Si lo preferís aquí está en pdf
El concepto de KIAI
Por Mitsusuke Harada
Los europeos tienden a buscar lo que ellos llaman explicaciones racionales y se quejan de que algunos conceptos japoneses son oscuros y difíciles de entender. En particular, uno de los más citados como ejemplo es el concepto de Kiai, y a mí me han pedido que aporte mi opinión sobre el mismo. Bien, intentaré hacerlo lo mejor que pueda, pero no debemos olvidar que como la Hidra de la mitología, es un concepto con múltiples caras si no cabezas.
Por cierto, antes de continuar, quiero observar que cuando rememoro los días en que entrenaba en la Universidad de Waseda y en el Dojo Shotokan, nadie empleaba esa palabra ni por supuesto hablaba acerca de ese concepto, fue mucho más tarde cuando la gente del Karate encontró el gusto por esa palabra y comenzó a darsele una importancia mítica. Por contra, en Japón, el Ministerio de Educación patrocinaba un estudio sobre 500 años de práctica del Kendo en el que no se atrevían a explicar conceptos tales como Distancia, Kiai o Zanshin (Espíritu Inmutable).
Sin embargo, si queremos alcanzar a comprender la idea tendremos que distinguir las distintas nociones vinculadas al concepto de Kiai, y en un intento de aclararlo comenzaré con una historia sencilla:
Durante la Guerra, en la Academia Militar, como en muchas otras Instituciones en aquella época, de vez en cuando se realizaba una ronda de identificación, entonces un oficial ordenaba a los cadetes que fueran identificándose, por supuesto siempre había alguno que o bien no había oído (o escuchado) o bien no respondía con la suficiente energía. Éstos eran reprendidos por no mostrar suficiente “espíritu” y se les pedía que mostraran más “carácter” al identificarse. Se les decía que “mostraran kiai”.
De hecho, el gritar y mostrar así la fuerza de nuestro carácter nos lleva directamente a una costumbre más antigua llamada Kage-goe. Y para entender lo que significa debemos regresar a los tiempos en que los samurais eran terratenientes, agricultores que cultivaban la tierra. Era la época de Takeda Shingen, el Señor de la provincia de Kai, un Sengoku-daimyo que murió en 1572 y fue reemplazado por un Kagemusha (la sombra). Todavía no regía el sistema feudal posterior instaurado por el shogunato, y el Bushido no existía. Incluso si existía una jerarquía, sus miembros no estaban vinculados por un sistema de contratos como apareció más tarde y al que volveremos.
En caso de peligro, todos los miembros del grupo o de la zona, se congregaban bajo la bandera de un líder, un hombre que había mostrado sus capacidades estratégicas, como fue el caso de Shingen, y todo con el simple propósito de la defensa. Y cuando eran llamados para la batalla, anunciaban su presencia a través de un grito del guerra del tipo Kake-Goe.
En ese momento el comandante no se uniría personalmente a la lucha, permanecía organizando a sus tropas, dando instrucciones, por así decirlo, supervisándolas. Si nos fijamos en la escena que representa la batalla en la famosa película de Kurozawa, Kagemusha donde se narra la historia de la Sombre de Shigen, verémos al comandante sentado en la colina en silencio. Mirando hacia sus tropas en el campo de batalla. Sin embargo, hay una comunicación clara con sus oficiales y soldados. Definitivamente hay un sentimiento especial que se transmite a través de su actitud física y mental, que aporta, sin duda, cohesión a la acción conjunta de combate. Es evidente que hay una respuesta natural de las personas que le rodean y, sí, podemos decir que esta es una forma de Kiai. No tiene nada que ver con gritos, y del hecho de que el comandante muestre la actitud correcta en el momento crucial va un largo camino para explicar el resultado.
Posteriormente (hacia el final del siglo XVI), cuando Oda Nobunaga, el Señor de la provincia de Owari, se convirtió en el primer gran unificador de Japón, los samurais se convirtieron en soldados profesionales, soldados que ya no trabajaban la tierra. El comandante se rodeó de guardaespaldas, pero participó personalmente en la lucha. De hecho, fue Nobunaga, quien inició el movimiento que llevó a los samurais a los castillos/ciudades que construyó en todo el país, haciendo de ellos una casta social separada de las demás. Ésta era, para él, una forma de controlar mejor lo que pasaba en las provincias, no dejando que unos samurais agricultores decidieran por sí mismos quienes serían sus aliados y a favor de quien estarían. En consecuencia, se le pidió a los agricultores que se concentrasen en trabajar la tierra, a cambio, se les prometió la protección – por lo que pagarían impuestos – de esta casta de soldados profesionales. Para entonces el código del guerrero se había desarrollado de hecho, y una complicada jerarquía había surgido, desde el Shogun hasta el Damyo y los samurais, todos vinculados por el “contrato” - un vínculo psicológico y emocional – un código que dio origen al Giri, un sentimiento del deber, de responsabilidad o deuda de uno con el clan, el comandante, o la línea. Pero al tiempo que se genera un sentimiento del deber se crea una relación privilegiada, una comunicación más intensa entre las personas, sean aliados o adversarios. Dicho sea de paso, es el tipo de sentimiento que ha sido alentado por las empresas modernas en un intento de crear cohesión en su fuerza de trabajo.
Así, la unificación de Japón continuó con el talentoso Hideyoshi Toyotomi, que finalmente gobernó en todo el país, y más tarde con Ieyatsu Tokugawa, Señor de la provincia de Mikawa, comenzó el período conocido como el Shogunato. Pero como bien sabemos para entonces los samurais se había vuelto más modernos, utilizando la tecnología moderna, tal como armas de fuego, y cuando se enfrentaban no había necesidad de anunciar con un grito su presencia. Sin embargo, el vínculo estaba allí, de ahí el fuerte sentimiento de compartir un destino, uniéndolos fuertemente en su vida y en la batalla tanto como en los combates individuales.
Sin embargo, si volvemos a mirar al Kendo, y observamos la práctica actual, especialmente en la competición y el uso de Shinais y armaduras, parece que nos hemos introducido en un mundo de juegos y gritos, en este caso estaremos más cerca del concepto de Kake-Goe que a la forma de comunicación entre compañeros – o adversarios – que acabamos de describir.
Pero una vez más y sin salir del Kendo, si observamos a los viejos maestros, tanto pasados como actuales, nos encontramos con que nunca hubo ni una mención a gritos de cualquier tipo. Un encuentro de Kendo puede ser un encuentro silencioso de dos poderosas energías y concentraciones (involucrados totalmente tanto a nivel físico como a nivel psicológico) con cada oponente aparentemente reaccionando "naturalmente" a cualquier movimiento o cambio repentino en la concentración. Pensemos por un momento en la célebre imagen sobre la simultaneidadde la aparición de la Luna y su reflejo en el agua del lago, que sirve para ilustrar el concepto de tiempo. Tal es el vínculo o enlace del que estamos hablando.
Otro ejemplo que también recuerdo, el mismísimo Ueshiba, nunca ví al gran maestro de Aikido emitir nada parecido a un grito, quizás una pequeña “vocalización” o “expresión” de su respiración cuando estallaba su energía, él actuaba en perfecta armonía con la acción de su oponente (y por tanto con la respiración de éste último). Después de todo, hemos de tener en cuenta que “Ki” significa aliento y “Ai” significa armonía. Esto definitivamente es distinto de Kake-goe tal y como hemos visto. Igualmente, Okuyama, que era un antiguo compañero de Yoshitaka (el hijo de O'Sensei), nunca gritó ni hizo nada parecido, y puedo asegurar que su potencia me fue suficiente y directamente demostrada, sin ningún género de duda. Es más, cuando me reuní con él hace poco, intercambiamos ideas sobre el concepto de potencia adicional, y no me mencionó que algo como un grito pudiera tener algún valor para mejorarla.
De hecho, llegados a este punto me surge la siguiente pregunta: ¿Cómo es que nunca nos hemos preguntado los karatekas por qué en Judo nunca se emplea o tienen la necesidad de enseñar a gritar cuando se lucha? Me parece que en el Karate la confusión surgió – y aún sigue siendo así hoy día – en las exhibiciones pública durante las que, como es lógico, los ataques deben ser controlados, y su eficacia real – desde el punto de vista del público – es dudosa. Gritando al atacar, se muestra convicción y lo hace más impresionante, particularmente cuando para probar sus ataques el karateka recurre a romper maderas y a otras manifestaciones similares con la intención de hacer ver lo letal de sus golpes.
Para mí este tipo de actitud está asociada con el saludo "Ous " que no es más que una forma de saludo que la clase baja yakuza utiliza y que cualquier japonés medianamente educado que se precie jamás se le ocurriría utilizar. Se supone que da a la persona que lo pronuncia como saludo una presencia más imponente. Es todo una cuestión de apariencia.
Aun así, es cierto que en Kendo se hizo ( y se sigue haciendo) uso del enfoque Kake-Goei, pero es sólo en los entrenamientos: uno de los contendientes permanece en silencio, estable y concentrado (mentalmente inmutable), mientras que el otro oponente eleva su propia confianza increpandole. Es también una manera de ejercer presión psicológica sobre el adversario, retándole. Yamaoka Teshu tenía su propio Kake-Goe o “grito”, como de hecho hay muchos. Como ejemplo, en el libro que mencioné al principio del artículo sobre el Kendo se identifican siete “gritos” diferentes.
Pero en lo que al Karate se refiere, parece que Sensei Funakoshi mucho me temo – con el debido respeto a su memoria y a todo lo que él nos ha dado – que se mantuvo a un nivel superficial o sería más adecuado decir a nivel de “educación primaria”. El Maestro no entendió el valor de este punto. Él era un maestro de escuela, su concepto del arte era definitivamente en términos de educación física – sin duda valiosa, pero limitada – . Sabemos que no estaba interesado en kumite, en lo que podríamos llamar el lado más marcial del Karate, y concentró su enseñanza en la práctica de Kata. Y ahí está su error, al no entender la naturaleza del Kiai, introdujo en diferentes puntos de los Kata esta necesidad de gritar ( y dicho sea de paso algunos de estos puntos elegidos no dejan de ser desconcertantes, cuanto menos). El sonido de la propia voz, que a menudo menciona como “Hoi”, sin duda no contribuyó mucho a incrementar la potencia de sus técnicas, y, ciertamente, tampoco ayuda mucho en términos de comunicación con el compañero.
A diferencia de él, su propio hijo, Yoshitaka, definitivamente fue más allá, centrándose en un Kiai de otro tipo, controlando la respiración – con sonido o no – y simultaneamente o en armonía con la acción de modo que, si se realiza correctamente, incluso puede detener o desequilibrar a un atacante. En este punto el sentimiento es algo bastante diferente y particular, en todo caso, es realmente difícil de explicar a quien nunca lo ha experimentado. Es algo que varía con las personas que realizan la acción en cuestión. Por ejemplo, desde mi experiencia personal, la propia acción de Egami (o kiai) implicaba de hecho una perfecta armonía con el ataque de su oponente que luego podía controlar físicamente, abortando el ataque, etc. Pero Okuyama fue un paso más allá (incluso más lejos que Yoshitaka según me comentó Egami mismo) y su propia explosión de energía fue de una fuerza superior ejecutada en el momento preciso que realmente te derribaba.
Como podemos ver, estamos muy lejos de los grititos usados por los karatekas en las competiciones y en otros lugares. Para mí existe un grave riesgo al mantener esta forma “militar” y un tanto histérica de gritar como los soldados corriendo como salvajes en el campo de batalla. Los japoneses confundieron los gritos de guerra de los alemanes durante el Tercer Reich – esos “¡Heil Hitler!” que gritaban cientos de miles de gargantas en las gigantescas manifestaciones en el estado de Nuremberg y en otros lugares – con algo real. Quedaron impresionados, y de hecho pudo haber sido un impresionante despliegue en la victoria, pero de nada sirvió en la derrota, porque el espíritu se perdió y todo lo que quedó fue el caos.
No era el verdadero Kiai entonces y creo que cometer el mismo error otra vez hoy podría tener consecuencias todavía más perjudiciales