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Somos un grupo de karatekas de Córdoba que entrenamos de la mano de nuestro Sensei Manolo Moret en el polideportivo municipal Guadalquivir, ubicado en la C/ Libertador Joaquin Da Silva Xavier Nº 5, Córdoba, 14013. Pertenecemos al C.D. Shotokai Cordobesa al frente del cual está nuestro Sensei Enrique Márquez. Nuestro estilo es como sin duda habréis imaginado Shotokai. Entrenamos los martes, jueves y viernes de 19:30 a 20:30 el grupo de los mayores y los martes y jueves de 17:30 a 18:30 los benjamines.
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lunes, 25 de junio de 2012

El Corazón del Karate-Do - Introducción

Hoy queremos poner a vuestra disposición nuestra traducción de la introducción del maestro Egami para su libro "The Heart of Karate-Do". Os rogamos que seais comprensivos con errores que sin duda plagan este pequeño trabajo:

El corazón del Karate-Do

por

Shigueru Egami

Introducción

El maestro Funakoshi junto a Takeshi Shimoda

Cuando Gichin Funakoshi llegó a Tokio en la década de los veinte, el arte del karate era virtualmente desconocido fuera de su prefectura natal de Okinawa. Su propósito al hacer el viaje fue, por invitación del Ministerio de Educación, hacer una demostración de la técnica, y su intención era regresar a Okinawa después. Sin embargo, debido a los consejos que recibió de Jigoro Kano, el padre del judo, y Hakudo Nakayama, una gran autoridad en kendo, y otros, no regresó.

Después de haber decidido a difundir el Karate-do (el Camino del Karate) por todo Japón, trató de hacerlo con determinación y entusiasmo, pero no sin dificultades. El número de estudiantes que acudían a él buscando instrucción era muy pequeño al principio, lo que le llevó a pasar estrecheces y se vió obligado a hacer un gran número de trabajos ocasionales simplemente para poder ganarse la vida. ¿Quién se hubiera podido imaginar en aquellos días que la popularidad de este arte de defensa personal se extendería más allá de Japón a todas las partes del mundo?

Recuerdo los viajes que nosotros, los seguidores de Funakoshi realizamos en la zona de Kyoto-Osaka y la isla meridional de Kyushu, bajo la dirección de Takeshi Shimoda, nuestro instructor, y los más talentosos entre los estudiantes de Funakoshi. Eso fue alrededor de 1934, doce años después de que el maestro hiciera la primera demostración en Tokio. El Karate en esos días tenía la reputación de ser simplemente una forma de lucha, pero envuelto por un aura de secreto y misterio. En consecuencia, parece ser que lo que atraía a las multitudes a nuestras manifestaciones no era más que la curiosidad.

Aunque no estoy familiarizado con los detalles de la carrera de Shimoda, Tengo entendido que era un experto en la escuela Nen-ryu de Kendo y que también estudió ninjitsu (el arte, de hacerse invisible). Pero en uno de esos giros desafortunados del destino, enfermó tras nuestro viaje de demostración y murió poco tiempo después.

Takeshi Shimoda había sido asistente del Maestro Funakoshi, y nos enseñaba cuando éste estaba ocupado, y su tarea fue asumida por el tercer hijo del maestro, Gigo, que no sólo era un hombre de excelente carácter, si no que también estaba altamente cualificado en las técnicas del arte . No había nadie con mejor cualificación para instruir a los estudiantes más jóvenes. Sin embargo, como trabajaba como técnico de rayos X, tanto en la Universidad Imperial de Tokio como en el Ministerio de Educación, era comprensible que fuera reacio a asumir esta tarea adicional, si bien, finalmente se decidió a asumirla como consecuencia de las presiones tanto de su padre como de los estudiantes. Y no tardó en ganarse nuestra admiración y nuestro respeto. Todavía recuerdo vívidamente cómo solíamos llamarlo “Waka Sensei“, que significa “joven maestro“ para diferenciarlo de su padre, que a partir de entonces se le llamó “Ro Sensei”, que significa “viejo maestro”. [Utilizado de esta manera, ro no tiene ninguno de los matices descorteses, o incluso despectivos, que la palabra “viejo“ puede tener en español.] (Hay que señalar que Gigo también fue llamado Yoshitaka, que es otra manera de leer los dos kanjis que componen su nombre.)

El maestro Yoshitaka Funakoshi

Al igual que Shimoda, Gigo Funakoshi murió en la flor de la vida, cuando aún no había cumplido los 40 años. Su muerte se produjo en la primavera de 1945, y creo que murió con el corazón roto. Durante los primeros años, el Maestro Funakoshi carecía de un dojo propio, pero, finalmente, en la primavera de 1936, se terminó la construcción del Dojo Shoto-kan en el distrito de Mejiro de Tokio. Entonces, en marzo de 1945, se produjo un gran ataque aéreo en Tokio (por supuesto había habido muchos otros), en el que el espléndido dojo fue destruido, arrasado por las llamas. Se había sido requerido el esfuerzo de mucha gente para su construcción y Gigo no fue, precisamente, el que menos había contribuido. Se encontraba en el hospital en el momento del ataque, y debió de ser demasiado para él ver su querido sueño destruido.

En la actualidad, el karate se practica en muchos países en todo el mundo, de hecho, está en la cima de su popularidad. Pero ¿Por qué se ha producido este fenómeno? ¿Qué es lo que hace atractivo a este arte de defensa personal? ¿Por qué la gente lo practica? ¿Cuál es su objetivo?

Indudablemente que Takeshi Shimoda y Gigo Funakoshi fallecieran a una edad tan temprana fue una gran pérdida para el mundo del Karate-do. Si aún estuviesen vivos hoy en día, ¿qué pensarían de la situación actual?

El karate que se practica hoy en día es muy diferente del se practicaba hace cuarenta años, y el número de estilos que actualmente hay casi alcanza un total de cien. Muchas escuelas envían a sus instructores al extranjero para propagar sus respectivos estilos. Y si bien se puede decir que hay algunos grupos en los Estados Unidos y Europa que, con el objetivo de comprender el alma de Oriente como un medio para contrarrestar el estancamiento derivado de la civilización materialista hacen hincapié en el lado espiritual del karate, la triste verdad es que muchos estilos sólo enseñan un arte de lucha y han abandonado los aspectos espirituales del mismo. Y los propios maestros, que tanto hablan sobre el espíritu del karate, tienen como único objetivo real obtener la victoria en competiciones y encuentros. Se habla de la promoción de un espíritu indomable, que es en sí algo loable, pero también tenemos que pensar en las consecuencias de la mala utilización de ese espíritu. Al igual que en el caso de un matón o un loco blandiendo un cuchillo, pistola o cualquier otra arma contra gente inocente, los resultados sólo pueden ser desastrosos.

La situación actual es ésta, la mayoría de los seguidores del karate de cualquier país únicamente buscan en él sus técnicas de lucha, y como hemos de admitir que la propensión a entrar en combate no es menos común en los seres humanos que en otros animales, es muy dudoso que estos practicantes hayan llegado a comprender verdaderamente el sentido del Karate-Do.

También quiero mencionar la influencia negativa que el cine y la televisión tienen sobre la imagen pública del karate, e incluso en el propio arte. Se representa al karate como una forma misteriosa de la lucha capaz de causar la muerte o lesionar con un solo golpe o con una patada, incitando al instinto de lucha del hombre, los medios de comunicación presentan un seudo arte en lugar del karate real.

Gichin Funakoshi era un defensor de los aspectos espirituales de Karate-do y de hecho puso un énfasis mucho mayor en éstos que en las técnicas de lucha. Por otra parte, siempre practicaba lo que enseñaba. Si hoy estuviera vivo y viera lo que está sucediendo al Karate-do, ¿qué pensaría? Aquellos de nosotros que nos adherimos estrictamente a karate ortodoxo como un arte de defensa personal debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder para que se practique de la forma correcta y que su lado espiritual se propage en mayor medida.

Al esforzarse en un objetivo equivocado, homicida, el principiante se entregará plenamente en su entrenamiento, creyendo que el compromiso, simplemente no existe. Para él, todo se resume a una sencilla cuestión: vivir o morir, de acuerdo con este punto de vista, uno debe matar a su adversario o ser matado por él.

Matar con un sólo golpe u obtener en un enfrentamiento o en una pelea siempre la victoria son objetivos que únicamente un principiante puede tomarse en serio. ¡No perder nunca, no significa ganar siempre!. Cuando uno llega a una verdadera comprensión de esto, uno ha superado al fin la fase de principiante. En una competición, es natural que el más fuerte sea, finalmente, el vencedor, pero una competición es sólo una competición. En Karate-do, no hay ni hombre fuerte ni hombre débil. La esencia del arte es la cooperación mutua. Este es el objetivo último en el Karate-do.

Cuando un niño nace, las primeras personas con las que entra en contacto son su madre, su padre y sus hermanos y hermanas. A medida que crece, se hace amigo de otros niños y entra en contacto con sus maestros. Comienza a leer libros y aprender de los hombres vivieron antes que él. A medida que madura física y mentalmente, se encuentra con muchos tipos de personas, y así se forma una idea de la sociedad humana. Puesto que un hombre no puede existir por sí mismo, también llega a apreciar la importancia de las relaciones humanas.

La relevancia de esto en el entrenamiento y la práctica del karate es que, en realidad, es un medio que permite perseguir y explorar la esencia del ser humano. Así, por ejemplo, incluso si usted tiene un adversario que es un malvado y esta decidido a lastimarle, es una suerte para usted. Conocerse a uno mismo, conocer a tu oponente, para entender la relación entre los dos: estos son los verdaderos objetivos de entrenamiento.

La compasión y la consideración hacia los demás son palabras comunes, de uso frecuente, pero ponerlas en práctica es extremadamente difícil. Antes de realizar cualquier acción, es de la mayor importancia no sólo tener en cuenta la posición de la otra persona, si no comprenderla plenamente. De hecho, al llegar a una perfecta comprensión de la posición del otro logramos alcanzar una unidad con él, y veremos que palabras como victoria y derrota carecen de sentido. Este es el verdadero secreto del Karate –coexistir con tu adversario. Y cuando esto se logra, el entendimiento de que los seres humanos fueron hechos para cooperar unos con otros se convertirá en la propia forma de entender la vida. La práctica nunca será completa hasta que logremos alcanzar este estado de ánimo.

El maestro Egami realizando un zuki

Comenzando con el entrenamiento del cuerpo, la práctica continúa con el entrenamiento del propio espíritu. Finalmente uno se da cuenta de que cuerpo y espíritu no son dos cosas sino una sola. Esta es la verdadera práctica.

El entrenamiento del cuerpo es el tema sobre el que me he concentrado en el presente trabajo, aunque también he explicado las etapas preliminares de la práctica. (La distinción entre el entrenamiento y la práctica es muy importante, sobre ello habría mucho que decir, pero lo dejaré para otro momento ya que supera la intención de este trabajo.) La importancia de entrenar el cuerpo se encuentra en el hecho de que si el cuerpo está tenso y rígido, es imposible ser espiritualmente firme y flexible.

Un punto que me gustaría poner de relieve en este momento es que cuando uno empieza, debe acercarse al entrenamiento con una actitud de aceptación, siguiendo las instrucciones de todo corazón, y siempre dando lo mejor. En este punto no debe preocuparse por la forma o de si su cuerpo está tenso o relajado. Lo mejor es actuar con naturalidad y concentrarse en aprender cómo hacer el golpe más potente y eficaz con las manos o los pies. De esta manera, uno llega a darse cuenta de que las técnicas más eficaces, ya sean ofensivas o defensivas, se obtienen siendo natural y flexible. El tiempo para preguntar y expresar opiniones propias vendrá más tarde, después de haber dominado las técnicas.

“No hay ofensa en el karate“, son palabras que oí pronunciar al maestro Funakoshi hace más de cuarenta años, pero me parecia difícil de entender su significado, porque yo pensaba que el karate era para ser utilizado en combate real. También solía decir que “nunca se debe levantar la mano contra nuestro adversario en primer lugar. Sólo cuando se hace absolutamente necesario debemos emplear la violencia. Y aun así, nuestra intención no debe ser matar o herir a nuestro oponente, sólo bloquear su ataque. Si continúa en su empeño, entonces deberemos adoptar una actitud que le muestre claramente que lo mejor sería que abandonar sus intenciones.

Por aquel tiempo yo tenía alrededor de veinte años de edad y me sentía lleno de energía, y me decía a mí mismo: “¿Qué está diciendo este viejo? ¿Intenta moralizarme? ¿Por qué no me enseña de verdad?“ Pensaba que sólo estaba tratando de impedir que sus seguidores más jóvenes actuaran precipitadamente, y no pude seguir sus consejos. Con la mejora de mis habilidades, adquirí más confianza en mí mismo y llegué a la conclusión de que no tenía sentido para mí no tomar la iniciativa. Después de todo, allí estaba también el dicho “atacar primero es la mejor defensa“?

El maestro Egami en su juventud

Debo confesar que participé en varias peleas, lo que me dió aún más confianza en mi habilidad y un orgullo inmoderado. Ocultaba el hecho de que estaba practicando karate, pero no por modestia. Me avergüenza admitir que en aquellos días yo era un arrogante y, en consecuencia, debí de haber sido rechazado por los demás.

Con el tiempo, sin embargo, me decidí a seguir el consejo del maestro, por lo menos en lo concerniente a no golpear hasta que se alcanzara el punto en el que ya no hubiera otra alternativa, y entonces acabar con mi oponente de un solo golpe. También tenía especial cuidado en no dejar que mi adversario viera cual sería mi ataque antes de que éste le alcanzara.

De niño, fui un individuo débil. Mediante un duro entrenamiento llegé a tener confianza en la fuerza de mis brazos, y a través de ese duro entrenamiento se fortalecieron aún más y todo mi cuerpo también. Y pudo ser a través de un duro entrenamiento porque era un joven de veintipocos años.

Después de graduarme en la universidad, entré en la función pública, pero no se satisfizo y me puse a trabajar para un compañía privada. Una vez más, desencantado con mi trabajo, abrí mi propio negocio. En total, he cambiado de trabajo más de una veintena de veces. Aunque no puedo dar una razón, en lo único que me he mantenido constante durante todos estos años ha sido mi práctica del karate.

En parte debido a mi experiencia con distintos de tipos de trabajo y, en parte debido a que fui madurando más y más, mi entrenamiento de karate ha cambiado, tanto en forma como en contenido. Cuando tenía poco más de cuarenta años, ocurrió un incidente que me hizo darme cuenta que el verdadero entrenamiento no es unícamente pulir las técnicas de lucha. Entonces empecé a buscar un entendimiento de los aspectos espirituales de Karate-do.

Un día, mientras estabamos tomando unas copas un amigo y yo, nos vimos rodeados por una banda de matones, que vinieron, obviamente, en busca de problemas. Inmediatamente eché un vistazo a esos hombres que se habían convertido de repente en mis adversarios y busqué una apertura que me permitiera romper el cerco. Pronto, sin embargo, me pregunté qué sentido tenía aquella lucha. Ganase o perdiese, no habría ningún honor. Aun cuando ganara la pelea, provocaría un escándalo y finalmente, yo sería el perdedor.

Si en mi juventud me hubiera enfrentado a una situación similar, habría tomado la iniciativa con el fin de atacar primero y tomar a mis oponentes por sorpresa. Esta vez, sin dejar de estar tranquilo, busqué una solución que no dañara a nadie. Me alegra decir que fui capaz de disuadirles de luchar. Entonces fue cuando me di cuenta de que había tenido éxito en desengancharme del mundo de las peleas, aunque yo seguía convencido de que mi poder y habilidad eran de un nivel tal que difícilmente iba a perder contra cualquier joven.

Poco después de este incidente, me sometí a una operación de extirpación de una parte del estómago, y alrededor de un año después de eso, me tuve que someter a una segunda operación similar. Desde que perdí la fortaleza de la que había estado tan orgulloso, ya no podía seguir practicando karate. Más grave aún fue el problema que me provocó para poder seguir ganándome la vida. Recuerdo ese momento como el peor período de mi vida, me sumí en la desesperación más absoluta. Pero entonces me acordé de las palabras de Gichin Funakoshi, que siempre había afirmado que la práctica del karate debe ser tal que pueda ser practicado por cualquier persona, tanto viejos como jóvenes, mujeres o niños, lo mismo que un hombre.“

Con esto en mente, me decidí a comprobar si podía practicar en mi pésimo estado físico. Los resultados fueron alentadores, porque descubrí que podía hacerlo, eso sí, realizando una cuidadosa selección de ciertos métodos. Después de haber tenido éxito, me hice el propósito de dedicar el resto de mi vida a la práctica del karate.

Unos diez años después de mi segunda operación de estómago sufrí un ataque al corazón, que me dejó en un estado muy precario, literalmente entre la vida y la muerte. Tuve la suerte de recuperarse, pero durante tres o cuatro años, mi fuerza física se vió reducida a la de un bebé recién nacido. Me era imposible practicar karate, pero durante ese periodo aprendí algo de gran valor de mis compañeros más jóvenes: la importancia de las buenas relaciones humanas, el valor inherente de la amistad y la oportunidad de tener una conversación de corazón a corazón en la belleza de la ayuda libremente ofrecida en tiempos de necesidad. En esto reside la esencia de la práctica de Karate-do.


El maestro Egami en su madurez

Unas palabras que a menudo he escuchado son “todo comienza con rei y termina con rei“. La palabra rei en sí misma, se puede interpretar de varias maneras, es el rei de reigi, que significa “etiqueta, cortesía, urbanidad“, y también es el rei de keirei, que significa “saludo“ o “reverencia“. El significado de rei a veces se explica en términos de kata o katachi (“ejercicios convencionales“ y “forma“ o “apariencia“). Son de suma importancia no sólo en el karate, si no en todas las artes marciales. Para nuestros propósitos, vamos a entender rei como la reverencia ceremonial en la que la cortesía y el decoro se manifiestan.

El que quiera seguir el camino del karate debe ser cortés, no sólo en el entrenamiento, si no también en la vida cotidiana. Si bién se debe ser pacífico y humilde, nunca se debe ser servil. La ejecución del kata debe reflejar fuerza y confianza. Esta combinación aparentemente paradójica de fuerza y delicadeza en última instancia conduce a la armonía. Así es, como el maestro Funakoshi decía, el espíritu del karate se perdería sin la cortesía.

También es cierto que hay pocas personas que puedan hacer correctamente una reverencia ceremonial, pero aquél que puede hacerla, tiene, en gran medida, dominado el arte. Se debe ser un hombre con un carácter bueno y cultivado para poder realizar adecuadamente la reverencia ceremonial. En estos últimos años, rara vez he conocido a alguien que pudiera hacer un saludo perfecto.

Si bien en la práctica del karate cuando se ejecuta bien el saludo parece que se ofrecen muchos puntos débiles, lo cierto es todo lo contrario, que no se dejan huecos, y sería extremadamente difícil a su oponente conseguir un golpe o una patada efectiva. Al realizar los katas, comience con una reverencia y finalice con otra. No se debe ser ni arrogante ni servil. De principio a fin, realizaremos el kata de forma natural y con humildad.

Sin sinceridad, el saludo no tiene sentido. En lugar de estar preocupados por su apariencia externa, debemos poner el corazón y el alma en el saludo, y de aquí, naturalmente, obtendremos una buena apariencia.

Es natural que todo principiante desee llegar a ser tan fuerte como le sea posible. Y si continua practicando con seriedad con el fin de alcanzar esto, finalmente llegará a alcanzar un estado en el que existe una gran armonía entre cuerpo y espíritu. Pero no habrá arrogancia, sólo gentileza, e incluso se llega a olvidar que se es un hombre de gran capacidad. Hay un dicho que dice “el halcón esconde sus fuertes garras.“ Y realmente así es. Me gustaría llegar a alcanzar ese estado, pero ha sido recientemente cuando me he dado cuenta de ello.

Al Maestro Funakoshi a menudo le pedíamos que nos mostrara ejemplos de su hermosa caligrafía, y una de las expresiones que le gustaba escribir y mostrar a los demás era “No ir contra la naturaleza“. Estas palabras, que tienen un profundo significado, intentaba fervientemente que fueran una máxima para ser estrictamente observada.

Es muy difícil definir la naturaleza en palabras. El Sol, la Luna y las estrellas son parte de la naturaleza, al igual que el hombre, la existencia misma y el movimiento de todas las cosas. Las flores que florecen en primavera y las hojas que caen en otoño son fenómenos naturales, como también lo es el nacimiento de un hombre, su desarrollo, su vejez, y su muerte. Tierra, agua, fuego, viento, espectáculo y la lluvia son parte de la naturaleza, de la cual tenemos mucho que aprender. Lo cierto es que si nos oponemos a la naturaleza, no tenemos la más mínima posibilidad de ganar.

Algunos de nuestros movimientos físicos son naturales y otros que no lo son. A través de la práctica, podemos aprender a diferenciar unos de otros y también aprender a adquirir los movimientos naturales. También hay que conocer el poder con que la naturaleza nos ha dotado y cómo usarlo, todo hombre tiene un gran poder oculto del que no es consciente.Un ejemplo que me viene a la memoria son los prodigios de fuerza y resistencia que se exhiben en los momentos de estrés, tales como incendios e inundaciones. A veces los describimos como “sobrehumanos“, pero ¿es esto realmente así? aunque la persona que realizó tal hazaña no fuese consciente de que poseía ese poder, estoy convencido de que la naturaleza nos dota de esos poderes y que pueden ser desarrollados por una persona que entrene en serio y con perseverancia.

Me gustaría plantear una pregunta muy importante: Si en lugar de oponernos a los movimientos de nuestro oponente, nos movemos con él de una manera natural, ¿qué pasaría? Encontraríamos que nos convertimos en uno con él, y que cuando nos lance un ataque, nuestro cuerpo se moverá de manera natural para evitar el golpe. Y cuando seamos capaces de hacer esto, se muestra un mundo completamente diferente que no sabíamos que existía. Cuando se llega a ser uno con nuestro oponente y nuestros movimientos se acompasan a los suyos sin oponerse a ellos, entonces no hay una cosa como el primer ataque. El significado de karate ni sente nashi (“No hay primer ataque en Karate“) no puede ser entendido hasta que alcanzamos ese estado.

A través de cortesía se llega a tener una actitud humilde con nuestro oponente en el entrenamiento y a estar agradecido con él. Sin esta actitud, no existe entrenamiento en el sentido verdadero. Por eso si su objetivo es golpear a su oponente sin control, no podrá alcanzar ese estado. En el entrenamiento y la práctica reales, la ira, el odio y el miedo están completamente ausentes. Es importante saber que uno no puede albergar ni intenciones homicidas, ni enemistad, ni oposición, ni resistencia, contra de su oponente. Al llegar a este estado, que se convertirá en uno con su oponente y será capaz de moverse de forma natural en consonancia con los movimientos de él. Éste, es el objetivo, física y espiritualmente, del entrenamiento y la práctica del karate. Pero es un estado que sólo puede lograrse mediante una práctica extenuante.

Se ha dicho que cuando se llega de la edad de sesenta años, ya no se es capaz de continuar practicando realmente karate. Cuando escuché por primera vez estas palabras, unos veinte años antes de llegar a esa edad, no podía entender su significado. Ahora que he llegado a esa edad, creo que las puedo entender hasta cierto punto. El deterioro de la propia fortaleza física se hace visible, y es imposible realizar con el mismo tipo de práctica que los jóvenes. Los movimientos se hacen lentos.

Sin embargo, al pensar de nuevo en mis cuarenta años de práctica del karate, llego a la conclusión de que, como mi maestro Funakoshi, dijo, el karate es un arte marcial que cualquiera puede practicar, joven o viejo, hombre o mujer, todo el mundo. En cuanto a la relación entre la vida y el karate, me gusta decir que la práctica del karate es de hecho la vida y la vida es, en efecto la práctica del karate. Mi deseo es seguir siendo joven de espíritu el resto de mis días. Para acondicionar mi cuerpo con una fortaleza física cada vez menor, me gusta participar en ejercicios preparatorios antes de iniciar realmente la práctica del karate. Y esta es la manera que yo sugiero como deben proceder todos los que siguen el Karate-do.

Recientemente se ha llegado a mi conocimiento que existen algunas divergencias de opinión en las etapas preliminares de la práctica del karate. En este libro, quiero expresar algunas de mis opiniones personales, que espero que sean una valiosa fuente de referencia para todos. Y así mismo, espero que practiquen su karate con diligencia.

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